Por estos lares norteños somos muy inclinados a marcar criterio distante, a dar la nota discordante, a salirnos de las filas…, sin embargo, es ahora cuando debÃamos permanecer en ellas, ser uno con la casi entera humanidad que planta cara a la brutal arbitrariedad. Somos dados por naturaleza a contestar la razón imperante, a marcar una lÃnea de pensamiento particular en exceso…, pero en esta hora dramática no deberÃa ser el caso. Al tÃo caimán ya se le cayó la cola de los años setenta, pero nosotros seguimos con un Ché en la solapa y un también enroñado antiamericanismo en la cabeza. Mientras la cascada diaria de “whasap†equidistantes entre la OTAN y Rusia, los niños se desangran en Mariupol, las escuelas y hospitales se transforman en escombros, dos millones y medio de refugiados se cobijan en los paÃses vecinos y la ciudadanÃa ucraniana se adentra en un nuevo perÃodo terror ya extendido a toda su geografÃa. Lo más duro aún por llegar, pero los mensajes del móvil nos seguirán hablando de lo “fachas†que eran los del “Euromaidanâ€, el grito de todo un pueblo por elegir su destino, por tomar distancia del control de Moscú, por abrazar la esperanza. Entre la vida y la muerte no hay equidistancia, entre los derechos humanos y el sojuzgamiento tampoco. Ojalá pudiéramos sentirnos equidistantes y asà poder observar todo desde la frialdad y el desafecto y asà las bombas que caen dÃa tras dÃa sobre las poblaciones inocentes no nos rompieran el alma. La misma fuerza bruta, la misma sinrazón, la misma iniquidad que ayer sobrevolaba las cabezas de nuestros padres y abuelos, hoy se ceba sobre las de nuestros hermanos ucranianos. La misma crueldad que dejó caer su miseria destructora sobre Gernika y Durango en el 37, es la que ahora elige los blancos de Ivano-Frankivsk, Lutsk, Járkov, Mariupol… No conviene ser olvidadizos. La barbarie retorna con su GPS infalible, dotada de peligrosa tecnologÃa, con otros aviones más modernos, con otras bombas más mortales en su panza…, pero desde el mismo y oscuro agujero, con el mismo deseo de aplastar al diferente, al rabiosamente libre, al rebelde ante la injusticia. Ojalá equidistantes y asà todo este drama ajeno, pero la asepsia y la neutralidad no se acomodan a las grandes encrucijadas históricas. Es preciso situarnos en el lado correcto del devenir humano, saber quiénes pujan por la paz, los derechos, la libertad y la vida, quiénes por la muerte, el abuso, el atropello y la tiranÃa. Mientras los cielos ucranianos sigan vomitando criminales bombas, la equidistancia puede incluso cobrar tintes de frivolidad. La legendaria radicalidad antiamericana puede lindar la irresponsabilidad. El fonambulismo de esa imposible equidistancia se encuentra con un grave problema al encender estos dÃas el televisor y constatar el infierno humano provocado por un dictador prepotente a dos horas y pico de vuelo. Sólo le queda el refugio a su medida de la cueva de Telegram. No podemos mantenernos en medio de quienes masacran a una población y quienes son masacrados. Estamos con las vÃctimas que van dÃa a dÃa lamentablemente en aumento. Hace ya tiempo, antes de que cayeran esas bombas mortales sobre las cabezas de unos niños enfermos e inocentes del hospital de Mariupol, que constatamos que la equidistancia era una pesada rémora antiyanqui, un lujo anacrónico que ya no nos podÃamos seguir permitiendo. Arteixo 14 de Marzo de 2022 |
|
|
|